Crisálida

Atrás, en la armadura del pasado, quedan las huellas. Pero la memoria, ardiente, altiva, es una piel distinta: nunca perdona. Siempre volará sobre tu espalda.

(a Felipe Huerta)

§ mayo 31, 2004
§ 10:59 a.m.
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Saudade

La casa es el silencio.
La habitación, el cuerpo.
El ojo, el ventanal que mira al aire.
Y en el cuerpo, que es alma,
lo que no ha de decirse
con palabra.

(a la Oruga)

§ mayo 30, 2004
§ 4:58 a.m.
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Bucanero

Te has dormido en el mar seco, de papel, que contiene tu mar. Debajo del parche negro late la memoria de un dolor que no nos han descrito. Por la mañana jugarás con ella a que eres hombre. Y ahora tu ojo sano está vuelto hacia adentro: sueñas que el aire sobre la cubierta es fresco y verdadero, y que los tesoros son de tiempo y de carne, de sonidos y espacio.

(Hoy asirás, brevemente, el rumor en la palabra rumor en las olas de letras. Y la humedad de agua.)

(a Omegar)

§ mayo 29, 2004
§ 12:05 a.m.
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Viajero

Ya sabes: cada paso es ilusorio. Ya sabes: los que des dibujarán el mapa exacto de tus propios límites, de lo que no sabrás. ¿Por qué persistes? ¿Sigues en el mundo como si nada hubiera sido visto?

(a Alberto)

§ mayo 28, 2004
§ 12:22 a.m.
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Transpiración

Alma es millones: nimias, pequeñísimas voces bajo la piel, desperdigadas. Pero no hay una que ame a las demás: todas esperan el calor del cuerpo y cuando llega escapan. Mueren solas, en el aroma de la vida.

(a Rodrigo)

§ mayo 27, 2004
§ 12:36 a.m.
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Conflicto

Cabeza de Papel, Cara de Pan y Mente de Herramienta se pelean. Parece que conversan, pero no: el uno es devorado por el otro, y los objetos que les dan sustancia se rompen y se rompen y se rompen. La masa gris en la que se convierten sirve para moldear caras iguales.

(a Conflictiva)

§ mayo 26, 2004
§ 6:06 a.m.
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Ahogado

Va caminando por el fondo último, donde no hay sol. Dos peces abisales son sus heraldos de sonrisa helada. No se resigna a persistir aquí. Sueña con otro mar, hecho de aire.

(a Mergruen)

§ mayo 25, 2004
§ 11:24 a.m.
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Andamiaje

Hay uno adentro. Hecho de memoria, en él se eleva la ilusión del alma. Ha de caer al suelo y al olvido. Pero no hoy: mira hacia arriba, mira.

(a Rax)

§ mayo 24, 2004
§ 1:17 p.m.
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Violeta

¿Pinta los límites de lo que mira? ¿Dice de horrores que ya no se nombran? Es la palabra y es algo distinto: nombre sin forma, llama helada, finis.

(a Shered)

§ mayo 23, 2004
§ 7:42 p.m.
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Silencio

Cala en la carne. Cala en las palabras. (Si las separa, las convierte en signos: rastros helados de la voz interna.)

(a Lua)

§ mayo 22, 2004
§ 6:08 a.m.
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Crayola

Hago dibujos en mis propias manos. Queda la cera: rojas, negras huellas. La sangre son, pero también la tierra. Son como historias: quedan por decirse.

(a Luisfey)

§ mayo 21, 2004
§ 7:34 p.m.
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Weegee, Charles Sodokoff y Arthur Weber se esconden tras sombreros de copa


Tomada, con deshonestidad, de ICP.org

§ mayo 20, 2004
§ 12:21 a.m.
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SL

Fruto de Luz, ¿has visto que ya nadie te mira? ¿Qué vas a hacer cuando tu orgullo comience a tener hambre? La era es triste y sólo quiere brillos de artificio. Nadie cree en tu llama dolorosa.

Cara Blanca y Cara Negra, voltea: mira hacia afuera. Las horas son vastas y hace frío. ¿Qué vas a leer en los destinos que puntúa la nada? Aquí tampoco se te escucha salvo en el mar, que es el olvido.

§ mayo 19, 2004
§ 11:45 p.m.
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Sueño observado de manera imperfecta

Estoy sentada. Mi gata se trepa hasta mis hombros y se duerme. Le gustará, tal vez, la altura amable que tenemos juntas. Somos una estampa de diez mil.

Pero sé que, ya entregada a sí misma, ella se sueña en una torre de vigilancia, hecha de huesos de pescado y piel endurecida. Y la torre está en el patio de la Gran Estación, de la que parten los convoyes helados (hombres rencorosos, perros, gatos adversarios) y a la que llegan carnes aromáticas, leche, cuerpos suaves y pequeños y palpitantes.

¿Estaré allí como quien soy, como los olores y las manos de una esclava? Tal vez camino por los andenes.

§ mayo 18, 2004
§ 3:51 a.m.
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~ Inserto ~

No hay reglas más sagradas que éstas: las que dictan la levedad y la locura.

§ mayo 17, 2004
§ 1:39 a.m.
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Hermanas

Sus voces parecen masculinas, de bestias rojas, de cámaras vacías, pero no engañan. Es el cansancio, el polvo del camino, la certeza de siglos.

No puedo verlas: tengo cerrados los ojos y sólo ellas pueden decirme cuándo he de abrirlos. Como ellas, espero.

Espero que sean atendidas sus invocaciones a la diosa sin nombre, que ellas llaman La Que No Nos Responde. Viven para hablarle; sólo ella les podrá otorgar la gracia de lo distinto.

§ mayo 16, 2004
§ 5:09 p.m.
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Gila

Un animal se mueve por debajo de mi piel. No sé a dónde va: estoy cerrada, mi cuerpo es uno aunque su adentro sea diverso, pero el animal no entiende. Sube, desciende, casi bajo el sol, en los sitios secretos; nada lo detiene y sé que cuando llegue a detenerse pasará algo terrible, se hundirá el sol por el norte, todos los números cuatro tendrán voz, todos tendrán animales bajo su piel y se preguntarán el origen.

§ mayo 15, 2004
§ 5:09 p.m.
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Adivinanza

Es un perro dormido que no sueña. Es una casa sin piso, abierta a lo profundo, pero altiva. Es una catástrofe que no concluye. No está, salió, pero puede volver si se le insiste, si se formula el deseo.

§ mayo 14, 2004
§ 12:58 p.m.
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Berg

las caras imprecisas
hablan pero no tienen labios
     ¿las conoces?

hay gente detrás de tales muertes
planas y brillantes

aunque no tienen ojos
que miren las miradas
que les llenan la carne



las caras imprecisas piden
todo el horror que falta
     y tú que quieres ser
     la temblorosa eléctrica podrida
     noticia del vacío

§ mayo 13, 2004
§ 7:59 p.m.
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^

Un sonido viaja a la velocidad del sonido. Hasta que se cansa. Entonces para y lo adelanta el eco que se burla, resentido, se burla cuando pasa volando para morir en el silencio de unos palmos después.

§ mayo 12, 2004
§ 10:45 p.m.
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Sin

Dos espejos que se miran se prendan del reflejo infinito. Se acercan y se tocan. No se apartan. La cópula de los espejos engendra, con el solo roce de las pieles heladas, tormentas de colores secretos y una música chirriante. Al cabo el placer se desata en los sueños de alguien, que se despierta con gran sobresalto: sintió el amor de un espacio mínimo, de dos que no se ven.

§ mayo 11, 2004
§ 10:56 a.m.
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==

No se ve el aire con el cuerpo inmóvil. No se ve el cuerpo con el alma temerosa. Y el alma es el aire que se mueve, adentro, afuera, fugaz, invisible.

§ mayo 10, 2004
§ 12:14 a.m.
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Auto

Sobre el parabrisas, una gota sobrevive a la lluvia. Baja lenta por esa rampa casi invisible.

Sobre mi mano, puesta en el tablero, la sombra delgada de la gota se afantasma y se mueve.

Por este principio extraño: el cristal inclinado, las dos se encontrarán.

Pienso en qué podrán decirse esas criaturas nimias, pasajeras de tantísimo avance.

§ mayo 09, 2004
§ 12:22 p.m.
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rotsèN

Los libros de hojas de carne se fabrican para escribir en ellos una de cinco historias. Pero sólo se sabe de una de ellas: es la de una mujer que sintió en el vientre las voces de cien que aguardaban nacer, otra que vio de cerca la cara de la máquina, y otra más que se guarda y calla, pero mira.

(Soy, como la gente, de aquí y del tiempo que ya fue. Hablo ahora y ahora en el pasado. ¿Sabré cuando me encuentre?)

§ mayo 08, 2004
§ 8:32 a.m.
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´rtnoeS

Los libros de hojas de silencio sólo pueden ser leídos una vez.

§ mayo 07, 2004
§ 5:08 p.m.
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soréNt

Los libros de hojas de cobre zumban en su frenesí eléctrico. En ellos se imprimen ensayos sobre la fuerza moderna y los temblores de la carne muerta.

§ mayo 06, 2004
§ 3:00 a.m.
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tréoNs

Los libros con hojas de dolor se reconocen: sus hojas son del color que se ve al cerrar los ojos y las tintas también, pero bajo las manos inspiran visiones de fuertes luces y, a veces, angustias que no habíamos sentido, como rifles revueltos con cuerpos en una zanja o cuartos oscuros, vacíos, en los que ya ha pasado todo.

Los libros con hojas de dolor te reconocen. Si les eres afín te regalan voces tenues que algo dicen.

§ mayo 05, 2004
§ 7:52 a.m.
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éstroN

Los libros de hojas de aguja pueden ser punzantes, sí, pero no carecen de virtudes. Los reflejos de metal pulido multiplican las verdades y aun las palabras más largas de las lenguas duras se vuelven diáfanas. Un hombre de Constantinopla tuvo un libro de éstos y escribió en él su vida. Cuando leyó, se encontró con el tejido de su propia persona vil con el resto del tiempo, del principio al fin, y comprendió.

§ mayo 04, 2004
§ 5:17 p.m.
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orÉnts

Los libros con hojas de luz son, al principio, muy hermosos. Pero a fuerza de ser mirados se van apagando, pues los ojos arrebatan del papel las semillas de esplendor.

(¿Germinan? No siempre, dice la mujer embozada, que no abre su propio libro desde hace tanto tiempo.)

§ mayo 03, 2004
§ 12:10 a.m.
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ésNtro

Los libros de hojas de vacío son más amables que esa palabra enorme, pero sólo porque en ellos hay, sí, los abismos entre las estrellas, pero también los espacios más diminutos. Ejemplo: una invocación a las criaturas que se desgastan en la espera va luego de un poema sobre el dedo medio cuando casi toca al anular. Ejemplo: si se tiene cuidado y se pasan las páginas muy lentamente, se adivina en la novela el peso de todos los azares, todas las variaciones casi imperceptibles que podrían torcer la historia y llevarla a otro tiempo, a otros horrores apenas divisados, a otros tedios.

§ mayo 02, 2004
§ 11:00 p.m.
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Néstor

Los libros de hojas de tiempo tienen láminas con colores muy deslavados o de brillantez insoportable, porque están siempre un poco atrás o un poco adelante del momento de la lectura. En cuanto a las letras, a veces suenan (en la cabeza de quien las mira y las descifra) como las rimas de la infancia, o como dolores o sueños que no hemos referido aún.

(Estas notas corren para alcanzarte, tú que aguardas en no sé qué futuro.)

§ mayo 01, 2004
§ 7:15 p.m.
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Alice Krige como Lisa Benjamenta. © Atelier Koninck, 1995
 
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